"El ordenador nació para resolver problemas que antes no existían" Bill Gates

sábado, 10 de diciembre de 2016

Un contenedor con nombre propio

Basura electrónica


Cada año se generan en todo el mundo más de 40 millones de toneladas de residuos eléctricos, conocidos como chatarra electrónica. Montañas infinitas de frigoríficos, ordenadores, televisores, hornos, teléfonos, aparatos de aire acondicionado, lámparas, tostadoras y otros artilugios...

Los grandes productores de estos desperdicios son Estados Unidos y la Unión Europea, y los países emergentes, como China. Solo una pequeña parte de esta chatarra —en torno al 15,5% en 2014— se recicla con métodos eficaces y seguros desde el punto de vista medioambiental.



Muchos de los aparatos abandonados aún tienen valor comercial; algunos porque todavía funcionan y otros porque contienen materiales valiosos que pueden reciclarse. Ese es el motivo por el que se cargan en contenedores, se envían desde los puertos de los países desarrollados y llegan a los que están en vías de desarrollo, como Ghana. En el destino les espera una amplia red de intermediarios, comerciantes, reparadores y vendedores de segunda mano que seleccionan los aparatos, comprueban si siguen funcionando y vuelven a poner la chatarra de los países ricos en circulación en el comercio local.

Este gran mercado suministra aparatos eléctricos y dispositivos electrónicos de segunda mano a empresas, oficinas y hogares; así es como los objetos que ya han tenido una primera vida pueden comenzar una segunda en África. Todos los que llegan rotos —violando la Convención de Basilea, que prohíbe el trasporte de residuos peligrosos entre países, incluidos los aparatos electrónicos inservibles— y los que mueren tras un segundo uso acaban en los vertederos locales.



Allí, hombres y niños extraen cobre, aluminio y otros materiales —usando métodos nocivos para la salud y para el medio ambiente— que vuelven a embarcarse hacia las fábricas y refinerías de los países desarrollados. Los chavales queman cientos de kilos de chatarra eléctrica y cables para extraer el cobre y luego venderlo por unos pocos cedis al kilo. Los vapores tóxicos se elevan, contaminan el aire y luego se depositan en la tierra y las verduras que se venden en el mercado.

Sin embargo, esta acumulación de basura no es simplemente un vertedero corriente. Es una fábrica gigante al aire libre, donde cualquiera pueda coger materiales desechados y darles una nueva vida.
Gracias al mercado de segunda mano, una parte de la población puede tener acceso a la tecnología, los conocimientos y la excelencia técnica que, de lo contrario, tendría muchos problemas para obtener.



Por otra parte, también hay un lado negativo, como la calidad de los bienes importados. Algunos estudios apuntan a una vida media de dos o tres años. Casi todos los aparatos que llegan a África Occidental ya se han usado durante mucho tiempo, por lo que tardarán muy poco tiempo en ser inservibles para sus nuevos dueños.

La cantidad de chatarra electrónica que circula por todo el mundo de manera ilegal o que se descarga directamente en los vertederos de los países más pobres se desconoce. No obstante, el problema es real. Teniendo en cuenta las cantidades ingentes que se trasladan, basta con que solo un 10% o un 20% de los aparatos que llegan no funcione, tal y como demuestran algunos estudios, para que haya un flujo considerable de residuos tóxicos hacia los países receptores.



Fuentes:
http://elpais.com/especiales/2015/basura-electronica/
http://www.sostenibilidad.com/obsolescencia-programada-problema-basura-electronica
https://e-basura.linti.unlp.edu.ar/basura_electronica



Opinión: “Un regalo envenenado”

Países desarrollados. Países ricos. Países propietarios de los lujos más exclusivos a ojos de otros. Países poblados por personas que utilizan las nuevas tecnologías a diario. La obsolescencia programada y nuestro deseo de presumir siempre del último modelo de cualquier aparato electrónico provocan el cambio constante de dispositivos y, con ello, toneladas de basura electrónica cada año y en todas partes.

Pero los países desarrollados no sólo son ricos y presumidos, son también muy inteligentes e ingeniosos para llevar a cabo sorprendentes acciones beneficiosas, para ellos, por supuesto. ¿Qué hacen los países desarrollados con aquello que ya no quieren? ¿Para qué acumular aparatos obsoletos o inservibles sin motivo alguno dentro de sus fronteras? ¿Por qué?

Un día, se levantó alguien por la mañana con la idea de poner fin a semejante problema. Y esa persona dijo lo siguiente: “Y si enviamos estos dispositivos a países en desarrollo”. Así, a primeras, se trataría de una idea increíblemente beneficiosa para ambos territorios. Unos se librarían de lo que ellos califican como basura molesta, otros tendrían acceso a nuevas tecnologías que, de otra manera, nunca (o con muy poca probabilidad) podrían haber tocado. Si se ejecutaba bien, esta flamante idea habría conseguido disminuir la brecha digital que separa a unas personas de otras únicamente por el hecho de haber nacido en un lugar sin nuestros privilegios.

Sin embargo, estos países no enviaron ordenadores que pudieran ser útiles, que pudieran continuar su vida en otro país. Estos países se aprovecharon de las legislaciones poco estrictas o inexistentes de los países receptores para utilizar esas tierras como contenedor donde depositar la basura. Algo inmoral y vergonzoso.

Contra todo pronóstico, los habitantes de estas zonas intentan sacar provecho de ese “fantástico” regalo que sus amigos desarrollados les traen porque sí. Sus habitantes reutilizan y reciclan estos aparatos siempre que es posible. Cuando no, los queman para utilizar los materiales que los componen. Como consecuencia, las enfermedades se han multiplicado y siguen multiplicándose en los últimos años en estas zonas.

Aún así, a pesar de estas terribles consecuencias, los países desarrollados seguirán llenándose la boca con su generosidad y consideración hacia los demás. Seguirán atribuyéndose un mérito que no existe, ya que lo que han hecho ha sido volcar basura en otro lugar. Un lugar muy muy lejos, tan lejos que apenas reciben sus consecuencias. Un lugar que ni se ve.

3 comentarios:

  1. Una reflexión muy interesante y acertada a mi parecer, es hora ya de que nos concienciemos del daño que causamos con un gesto tan simple como tirar tu móvil viejo

    ResponderEliminar